La realidad

Los menores de 13 años representan casi la mitad de los 46 millones de habitantes de Kenia. Uno de cada diez de estos menores, nada menos que 2.400.000, son huérfanos o han sido abandonados. Una de las principales causas de que pierdan a sus padres es el VIH.

Un tercio de los menores no están formalmente inscritos al nacer, debido a que sus familias no pueden hacer frente al coste del registro. Como consecuencia, no existen para el gobierno y, por lo tanto, no tienen derecho a ningún tipo de asistencia.

"La pobreza más terrible es la soledad y el sentimiento de no ser querido"

La pobreza sumada a la orfandad es, la pobreza más profunda que se puede padecer.

Muchos niños se han visto desplazados por causa de los constantes conflictos políticos y la violencia intestina entre tribus y clanes, que se recrudece cuando se acercan los comicios electorales. También las sequías y otros fenómenos climáticos contribuyen a estos desplazamientos, a la desnutrició n y a la propagación de enfermedades. Uno de cada veinte niños, mueren antes de cumplir 5 años.

En Kenia, la educación es privada, u n 14% de menores en edad escolar están fuera de la escuela, pero acudir a ella no es garantía de recibir una educación: 9 de cada 10 niños y niñas en situación de pobreza no completan su educación básica. La extrema pobreza de la población, el trabajo infantil y los matrimonios precoces minan sus oportunidades de futuro.

Una de cada diez niñas se casa de forma prematura y sufre un parto en su adolescencia.

La violencia está instalada dentro y fuera del hogar. El 37% de los jóvenes encuentra justificado golpear a una mujer si se le quema la comida o sale de casa sin permiso. Los niños y niñas sufren diversas formas de violencia física, psicológica, sexual y moral. No es extraño que soporten agresiones o incluso violaciones de sus maestros. Entre 10.000 y 30.000 menores son víctimas de comercio sexual.

Aunque cada vez con menor respaldo social, la mutilación genital femenina todavía se practica en varias partes de Kenia. El procedimiento es doloroso y humillante, además de antihigiénico y peligroso. Las niñas sometidas a esta práctica suelen padecer hemorragias e infecciones, que a muchas les causa la muerte. Otras, quedan con discapacidades físicas permanentes y con daño psicológico.

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