Esta es la reflexión que escribo a la vuelta de uno de los viajes más maravillosos y enriquecedores que he hecho en mi vida, mi visita al orfanato Perlas en el Barro:

Cierro los ojos y me viene la imagen del primer día; el recibimiento. Una sonrisa blanca, perfecta, que resaltaba con ese color negro de piel tan bonito, tan suave... una sonrisa tan limpia que conseguía junto con su mirada, atravesar hasta lo más profundo de nuestros corazones, tocando el fondo de mi alma. Y entre todos esos niños, estaba Isaac, un hombre que seguramente desde que nació estaba predestinado a llevar este proyecto, estaba escrito su nombre. Un hombre puro, honesto, servicial, alegre y como decimos aquí, buena gente; dispuesto a ayudar a todos nuestros hijos, ya son 23! 23 niños que nos acompañaban en cada paso que dábamos, allá donde íbamos, estábamos rodeados de todos ellos. Nos tocaban, nos abrazaban y nos daban la mano como si de dioses de tratara. Y nosotros respondíamos de la misma manera porque creo que dentro de esas caricias, de esas caras que esbozaban una sonrisa de oreja a oreja constante, perenne, en el fondo, necesitan cariño, el nuestro que estábamos allí y el de todos los que ahora formamos esta gran familia, porque está en nuestras manos su futuro y la calidad en la que puedan "disfrutar" de esta vida tan injusta, porque la pobreza no es más que una injusticia que le ha tocado vivir a unos pocos.

Por todo lo que me ha supuesto a mí, personalmente, formar parte de este proyecto, de esta familia, por el enriquecimiento y por el crecimiento interior como persona, por toparme con Iván, mi gran amigo, gran persona, con gran corazón, y por los componentes de este viaje, que no será el único. Gracias Verónica, Juan Carlos y Patricia porque habéis hecho de este viaje, un viaje único con experiencias grabadas en nuestra alma y que nos empuja a seguir soñando para crear un mundo aunque sea algo mejor del que nos hemos encontrado.

Gracias infinitas.

Óscar Sánchez