Viaje al orfanato por Marta Torró
08 / 05 / 2019

“No es lo que ves a través de los ojos lo que le da sentido a este lugar, sino lo que sientes cuando los cierras”
Esto resumen muy brevemente, pero en esencia, lo vivido estos días en Kisii junto a nuestros niños y niñas de Perlas en el Barro.
Es indescriptible el sentimiento, y por mucho que quisiéramos plasmar por escrito lo vivido, no podríamos hacerlo al 100%. Desde que llegamos y los vi correr hacia nosotros pegados a la furgoneta que nos llevaba, se me aceleraba el pulso. Unos nervios y una ilusión contenida enormes. Llevábamos 48h de viaje y un cansancio acumulado tremendo, pero nada más les ves las caras y esas sonrisas interminables se te olvida todo.
Solo quieren abrazarte, mirarte, tocarte, que los cojas en brazos y no los sueltes. Sin dejar de sonreír ni un solo momento. Sin conocernos de nada, sin habernos visto antes a algunos de nosotros ya se pegan a ti para besarte y darte las gracias. Te lo dan todo, a cambio de nada.
Algunos de ellos, más vergonzosos se acercaban poco a poco a verte de cerca, tocar tu ropa, tu piel, para muchos era la primera vez que veían a una persona blanca. Después de unas horas y ya con un poco más de confianza se acercaban a nosotros y ya no nos soltaban.
Les llevamos 18 maletas llenas de ropa, medicamentos, calzado, juguetes, mochilas y un sinfín de cosas que nos habían donado farmacéuticas, padrinos, colegios, empresas, patrocinadores y nuestros familiares y amigos. Les pusimos en fila de uno en uno para ir dándoles a cada uno de ellos y ellas las cosas que les traíamos. Les dieras lo que les dieras les parecía bien, te daban las gracias una y otra vez, te cantaban en su idioma y te lanzaban besos con la mano. Ahí comprendes lo mágicos que son, lo inocentes y puros.
Cada día que llegábamos al orfanato nos recibían como si fuera la mayor fiesta del año, con tan sólo unos globos pasaban la mañana jugando entre ellos. Cuando llegaba la hora de comer cada 3 o 4 compartían el plato de comida, les dieran lo que les dieran se lo comían todo. Compartían con sus hermanos, con otros niños y niñas de la zona que acudían a comer cada día también allí. Es como si se cuidaran y protegieran entre todos y compartieran lo poquito que tenían sin ningún problema.
Ahí descubres la sencillez de la vida, lo verdaderamente importante. Lo que te puede cambiar el nacer en un sitio o en otro. Lo afortunados y afortunadas que somos nosotros que tenemos un menú diario donde elegir, una nevera llena, una cama y agua potable. Vienes pensando que les vas a ayudar a ellos y son ellos los que acaban ayudándote a ti.
No se me van de la cabeza sus ojos, sus miradas llenas de paz, su tacto, como besan y abrazan. Es algo indescriptible.
Cuando nos fuimos, se acercó un niño de 10 años y me dijo en inglés: “Que Dios te bendiga y te acompañe siempre. Gracias por haber venido, somos unos niños muy afortunados y le damos gracias a Dios de teneros. Qué suerte tenemos”
No pude contener las lágrimas y pensé: ¿Como es posible que un niño en su situación se sienta afortunado? Yo que vivo preocupada por el trabajo, por no llegar a todo, por enfadarme por tonterías y por vivir agotada con la vorágine y responsabilidades en las que estamos inmersos a diario.
En ese momento todo parece absurdo y se minimiza. Las preocupaciones, las cosas por las que sufrimos y lloramos, lo que nos quita el sueño e incluso el hambre a veces, todo se desvanece y pierde fuerza. Se queda únicamente la esencia que es realmente vivir, disfrutar lo preciosa que es la vida en cada una de sus etapas, disfrutar del camino y seguir adelante sea lo que sea que venga. Hay que ser felices, hacer lo que nos llene y nos de vida, el resto no vale la pena cargarlo en la mochila.
Siento que ahora tengo 40 personitas que me cuidan y rezan por nosotros. Siento que ya tengo un compromiso con ellos de por vida. Una vez los conoces ya no puedes mirar hacia otro lado, solo quieres más: ayudarles, promover la causa, volver a verlos, darles todo tu cariño y amor y hacer de este mundo un mejor sitio.
Sin duda, la mejor y más preciosa experiencia que he vivido en mi vida. Cuánto queda todavía por hacer y cuantas cosas podemos hacer por ellos y por todos los que están todavía por llegar al orfanato. Ahora con muchísimas ganas de seguir trabajando y de hacer más cosas, que se lo merecen todo y más.
“El trabajo más importante comienza con uno mismo y se completa en la entrega a los demás”